Por Mauro Péréz

En Villardefrades el párroco bendecía cada 17 de enero la cebada, para después dársela a los animales

Oh glorioso San Antón…. Así comenzaban, casi siempre, los refranes dedicados al santo. En Villardefrades, hasta los años 70, se celebraba el 17 de enero la festividad de San Antón. Era un día de fiesta o por lo menos media fiesta, pero una fiesta especial.
Los vecinos iban a misa por la mañana, se engalanaba la burra, mula o caballo, se ponía uno el traje de fiesta y hala todos para misa. También era costumbre llevar los presentes para la bendición como las cestas llenas de cebada o trigo, para que el santo diera su bendición a los animales y el pan para bendecir a los que se lo comieran. También se llevaban orejas, hojuelas hechas en la lumbre para la ocasión, rosquillas de anís, huevos, dulces, chorizos, licores… Y todo eso en teoría era para el santo, pero para mí, que se lo comía el cura, Dios me perdone, y ahora me explico porqué en aquella época todos los curas estaban tan hermosos.

En santo, en andas
Acabada la misa, en Villar, los de la cofradía de San Antón ponían al santo en las andas y hala, a procesionarle como se merece, se le daba un garbeo por todo el pueblo, para que bendijera con su paso a todo bicho viviente, y vuelta a su pedestal, con el marrano incluido, a sus pies. Luego a la salida de la iglesia esperaban debidamente engalanados los burros, mulas, caballos, también llevaban gallinas, algún cordero y los pastores llevaban a sus perros para recibir la bendición antoniana. En ese momento se echaban los refranes, que eran generalmente composiciones en cuartetas en las que se mezclaban, con permiso del santo, los acontecimientos que habían sucedido el año anterior. Me acuerdo que comenzaban más o menos así: ”Oh Glorioso San Antón, santo mío, abogado, aquí te vengo a contar, un poco lo que ha pasado, en este pobre lugar… Y ahí se arrancaban generalmente los hombres, vestidos de gala y encima de su caballo, a contar a modo de chanza, en tono de broma o burla, los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rúe o sea lo que pasaba y a quién le pasaba, pero, a veces, y ya sabéis como son la gente de los pueblos para estas cosas, aquello pasaba de castaño oscuro, otras veces se metían demasiado con alguien y ese alguien se mosqueaba y ya teníamos la borrica a brincos y el lío montado. Luego, los de la cofradía, preparaban un refresco con dulces y limonada en casa de Pirule que tenía bar y se celebraban los bailes del pueblo al son del organillo y ese día por supuesto, el baile era grande y se vivía un día de fiesta y jolgorio en el pueblo, gracias a San Antón. Todo esto me lo han contado mi hermana Angelita, Aurelio Pérez y la gente mayor que lo vivieron de jóvenes y lo disfrutaron de lo lindo.

También mi amigo Raúl Catón, de Barcial de la Loma, me puso en la pista de San Antón y me recomendó la lectura de José Luis Alonso Ponga, que en La Revista de Folklore nº 2 del año 1981 nos explica divinamente y que yo os contaré someramente para poneros al día de la vida y hazañas del santo. Nos dice el autor que la devoción a este santo es de la más extendida de los santos en el occidente cristiano, ya que es el santo defensor de los animales, especialmente del cerdo, que como ya sabéis, desde siempre, especialmente en nuestra querida Tierra de Campos ha sido la base de la alimentación de la gente de los pueblos.

A veces en nuestros pueblos se confunden San Antonio Abad y San Antonio de Padua. Bajo el nombre de San Antón o San Antonio de enero, se honra en los pueblos a un santo que es mezcla de los dos: s. Antonio Abad, eremita del siglo IV y San Antonio de Padua, fraile franciscano del siglo XIII, ya que en muchos sitios no se les distingue y se habla de un San Antonio de Enero, al que se le pone la protección de los animales y un s. Antonio de Padua al que se le reza para a obtener lo imposible y encontrar lo perdido y eso lo hacía mucho mi tía Clementina , cuando yo era pequeño, que decía que rezaba a San Antón y comenzaba con: Oh Glorioso San Antonio y yo me quedaba a cuadros, porque casi siempre aparecía lo que buscaba, o a lo mejor es que lo buscaba con más ahínco, aunque eso sí, los santos ven mucho mejor que nosotros, que por algo son santos. Pero para mi que se les confunde a los dos santos por tener el mismo nombre y porque cuando se ponían a hacer milagros, no paraban.

San Antón, el nuestro, el bueno, el marranero, se le llama también San Antonio Abad o San Antonio, el Magno, como si los demás fueran pequeños…. Vivió retirado en el desierto haciendo penitencia, que es que a esta gente le gustaba mucho. Le siguieron unos cuantos discípulos y a uno de ellos se le ocurrió escribir su vida y milagros y la armó gorda, porque el santo cogió fama y a partir del siglo XI, o sea unos 700 años después empezó a curar una enfermedad muy rara y los que se ponían bajo su advocación sanaban e iban en peregrinación a la Francia a la iglesia de “Saint Antoine de Viennois”, donde se encontraban las reliquias del santo. Como iba mucha gente enferma, sus seguidores pusieron un hospital para atenderles y para dar de comer a tanto enfermo, compraron cerdos y los dejaban en la calle para que les alimentara la gente del pueblo, estos animales estaban especialmente protegidos por el santo y de ahí pasó a ser el protector o abogado de todos los animales. Las figuras del santo, si os dais cuenta, tanto las esculturas como las pinturas tienen un cerdo a los pies y la explicación es que el cerdo representa a los animales que el santo ampara, aunque también, otros dicen que en el cerdo está encarnado el demonio, quien después de haber sido vencido por el santo, fue condenado a seguirle siempre bajo la figura del animal.

Y como el día del santo cae a mediados de enero, el refranero se ocupa de llamarle San Antonio de enero, San Antonio Laconero, o bien en el Bierzo, San Antonio Laconeiro, San Antonio verdadeiro. Como los días van creciendo se dice: “Por los Reyes, lo conocen los bueyes y por San Vicente lo conoce la gente”. También “Por San Antón, la gallina pon” y “por San Antonio laconero, la gallina pone el huevo”. También, “por San Antón, la buena gallina pon y por la candelaria, la buena y la mala”. En Valladolid, y hablando de las nieblas y los días más largos: ”Por San Antón no llega la niebla a las dos “ y “por San Antón, da la vuelta al sol “.

Poco trabajo en el campo
También hay que tener en cuenta que en el campo, en estas fechas, apenas se trabaja, no hay que hacer casi labores, porque el campo no te deja entrar y está muy duro y los días son más largos, invitan a reunirse, llevar una vida en común, y se puede ir de fiesta en tu pueblo y en los de al lado, que las Candelas están ahí.

Todavía hoy, se sigue la costumbre del “cerdo Antón”, el gocho Antón o el marrano Antón. Yo recuerdo que en un viaje en el año 1998 en el pueblo salmantino de La Alberca, conocí yo esa costumbre y el gocho era de raza negra, andaba tan pancho por la calle, casi te saludaba y la gente cuando le veía en su puerta, le echaba de comer.

Solía ser un cerdo que andaba solo por el pueblo, generalmente con una campanilla o cencerro al cuello, y todo el mundo le respetaba. A veces se perdía y se tocaba a rebato y todo el pueblo iba a buscarlo, ya que es la representación del santo. Cuenta el autor, que “en la comarca de Los Oteros, en León, era un devoto quien regalaba el cerdo y le engordaban entre todos, existiendo la costumbre de que en la casa que entrase tenían que darle de comer lo que quisiese. En Mayorga de Campos, el cura era el que compraba el cerdo. En ambos casos se subastaba el animal el día 17 de enero y lo que se sacaba era destinado al culto en honor de S. Antón “.En S. Román de Hornija, pueblo de Valladolid, se le alimentaba entre todos y había costumbre de que se lo quedaba aquel en cuya casa entrara el día 17 de enero y no veas la picaresca y los esfuerzos que hacían los vecinos para invitar al cerdo a que entrara en su casa.

Por otra parte y siguiendo con el maestro Alonso Ponga, os voy a contar un poco de donde viene la costumbre de la bendición de los animales en este día, que se remontaría a la Edad Media. En los pueblos campesinos, se bendecía a los animales de labor y también al ganado, que se llevaba hasta la puerta de la iglesia. Así nos cuenta que en algún pueblo de Burgos se engalanaba a los burros y una vez que recibían la bendición daban unas vueltas a la iglesia a todo correr. En Tudela de Duero, un joven ponía guapo su caballo con adornos y con él recorría el pueblo, seguido por la chiquillada, para acabar en la iglesia, donde se le daba la bendición. En Mayorga, Sahagún, Valencia de Don Juan y varios pueblos terracampiños la juventud iba con los burros y caballos adornados, después de misa se les bendecía, se hacían cabalgadas y se echaban refranes ante la imagen del santo.

En mi pueblo, se bendecía la cebada y después se la daba a los animales. También se hacían unos dulces muy ricos, bollinas llamadas en algún pueblo, en Villar, roscas o rosquillas de s. Antón, que se hacía con harina y sal y granos de anís, se llevaban a la iglesia, se bendecías y se comían benditas jajaja, qué ricas, y también me acuerdo que les dábamos unas pocas a los animales, que les sabían tan ricas. Pero de lo que más me acuerdo era de cómo la señora Elo, mi madre, preparaba la lumbre bien fuerte, ponía la sartén grande con las patas largas, bien de aceite, hacía la masa de las rosquillas y cuando el aceite estaba bien caliente, iba echando poco a poco la masa a freír, y salían las rosquillas, unas redondas y otras alargadas y esperando a que las sacaran y enfriaran para probarlas y degustarlas, hummmmm tan ricas que todavía me acuerdo de su sabor y hasta del olor que quedaba en la cocina, sabores y olores que forman parte de la historia personal de uno, afortunadamente. Bendito S. Antón que nos procuró estas bendiciones.