Gracias a recursos como los talleres,  centros de día o residencias la calidad de vida de las personas con diversidad funcional  puede mejorar hasta el punto de incorporarse al mundo laboral

Los mitos, confusión e información incorrecta acerca de las enfermedades mentales causa ansiedad y crea estereotipos. Si bien poco a poco, las campañas de sensibilización han ayudado a que la sociedad entienda que éstas son enfermedades reales que cuentan con tratamientos.

Muchas personas pueden contraer una gripe pero tan sólo unos pocos enferman con algo más serio, como una pulmonía. Las personas que contraen la gripe pueden usualmente llevar a cabo sus actividades normales. Sin embargo, si contraen pulmonía, ellos tienen que tomar medicamentos y puede que tengan que ir al hospital. De manera similar, los sentimientos de tristeza, ansiedad, preocupación, irritabilidad o problemas como el dormir son comunes para la mayoría de las personas. Sin embargo, cuando dichos sentimientos se intensifican demasiado, duran por un largo período de tiempo y comienzan a interferir con el trabajo escolar, el trabajo o las relaciones, ello puede ser indicio de una enfermedad mental.

Sin “duda es difícil de entender”, apunta la psicóloga del Taller Prelaboral ‘Tierra de Campos’ de Medina de Rioseco y coordinadora del área rural de FEAFES-Valladolid ‘El Puente’, Laura Gil. Y en los municipios también, “pero si queremos impulsar el desarrollo rural hay que intervenir en todos los ámbitos”, añade.

Además, las enfermedades mentales “se viven de forma distinta en el medio rural respecto a las ciudades, que cuentan con más recursos para este tipo de personas”, señala la vecina de Villabrágima y directora técnica de la Residencia de Salud Mental de Valladolid ‘La Merced’, María Luisa Cebrián.

Los trastornos mentales han aumentado en todo el mundo en los últimos años y se estima que entre 1990 y 2013 el número de personas con depresión o ansiedad ha aumentado  cerca de un 50 por ciento, pasando de 416 a 615 millones de afectados, casi un 10 por ciento de la población mundial. De hecho, “casi todos tenemos ansiedad en algún momento”, apunta Laura Gil. Si bien, este tipo de afecciones “son transitorias”.

Todos tenemos manías obsesivas. Esos rituales “no suelen afectar a nuestras vidas, y por lo tanto no existe enfermedad mental”, comenta la psicóloga. Pero cuando “aparecen una serie de síntomas que afectan a las emociones, comportamiento, percepción y dificultan el desarrollo de la vida diaria de la personas, sus relaciones sociales, tener una formación, trabajo o pareja existe un riesgo de enfermedad mental”. En este sentido, la complejidad “tiene que ver con su intensidad y duración”.

Un tipo enfermedad crónica, que no tiene que ver sólo con unos pocos. Y es que “alrededor del 1 por ciento de la población padece esquizofrenia, pero posiblemente haya más casos, porque hay casos que no han recibido un diagnóstico certero”, dice Gil.

Enfermedades mentales como la esquizofrenia, trastornos de la personalidad o bipolar “suelen aparecer al final de la adolescencia, cuando la personalidad del individuo se está completando”, dice Laura Gil. En algunos casos, “se ve antes, pero conviene esperar”. También, “existen teorías que defienden que la aparición de la enfermedad tiene que ver con un estrés del cerebro cuando se da una situación nueva a la que no es capaz de adaptarse”. Sin olvidar “el consumo de tóxicos”. Al final “es un sorteo en el que si alguien cuenta con factores genéticos, consume tóxicos y pasa por una situación estresante tiene más papeletas para desarrollar una trastorno de este tipo”.

Afecta “sobre todo en la socialización de las personas enfermas”, dice María Luisa Cebrián. “Ellos no se atreven a relacionarse demasiado con otras personas a causa de su pasado, o a veces lo hacen, pero con demasiada intensidad”, añade.

Asimismo, este tipo de personas “tienen que realizar un mayor esfuerzo para llevar a cabo sus actividades diarias”, asevera la educadora social del Taller Prelaboral ‘Tierra de Campos’ Marta del Barrio. De alguna manera “sienten como una especie de desidia que los lleva a la inactividad”. Algo que les lleva “a dejar de ocuparse de sí mismos, no llevar un tipo de vida adecuada y no tener una constancia laboral o académica”.

Este tipo de personas “tiene la capacidad de realizar sus tareas pero no las llevan a cabo por su malestar psicológico”, comenta Gil. No tiene nada que ver con una persona anciana, “que no es capaz de abrocharse un botón por el deterioro propio de la edad; alguien con enfermedad mental tienen las capacidades pero no puede hacerlo por su propia enfermedad”, comenta la vecina de Villabrágima. En este sentido, Cebrián reconoce que “la Ley de la Dependencia no se enfoca de forma correcta a la enfermedad mental”. Un aspecto en el que coincide la psicóloga del centro riosecano: “es necesaria una revisión de una ley que se orienta a personas mayores o con discapacidad física o sensorial”.

Taller Tierra de Campos

Eso sí, la situación de las personas con enfermedad mental ha mejorado mucho en las últimas décadas gracias a la aparición de recursos como centros de día, talleres, viviendas tutelados o residencias. “Nada que ver con esas instituciones en donde las personas estaban encerradas y que se conocían como manicomios”, explica el también educador social del Taller Prelaboral ‘Tierra de Campos’ Gonzalo Franco. En el medio rural “la situación posiblemente fue distinta ya que esos centros se encontraban en las ciudades”, dice Gil. En los pueblos “probablemente estas personas vivirían apartadas de alguna manera encerradas”, añade.

Tras la revolución psiquiátrica, sobre los años 70, “desaparecieron para poner fin a  esos tratamientos invasivos y agresivos que llevaban a cabo”, comenta Gonzalo Franco. Entonces, “aparecieron las asociaciones sociales y familiares”.

Asociaciones como FEAFES Valladolid ‘El Puente’, que lleva a cabo la dirección técnica del Taller Prelaboral ‘Tierra de Campos’. A diferencia de aquellas trasnochadas instituciones, un espacio como este busca la rehabilitación cognitiva y apoyo psicológico. Asiste a usuarios con distintos tipos de enfermedades mentales graves y prolongadas de distintas localidades de Tierra de Campos y Torozos. El ayuntamiento de Medina de Rioseco gestiona este recurso, que forma parte de los talleres ocupacionales y preelabórales dependientes de la Diputación Provincial de Valladolid.

Si antes hablábamos de esa desidia de las personas con enfermedad mental a la hora de realizar sus actividades diarias este taller supone la mejor manera de que “aprendan unos hábitos con la idea de una futura incorporación laboral”, apunta Marta del Barrio. De hecho, “algunos de nuestros usuarios ya lo han hecho”, apunta Franco.

Eso sí, “hay rutinas difíciles de romper y al usuario al principio puede costarle adaptarse a unos horarios, más cuando está acostumbrado a dormirse de madrugada, levantarse tarde o comer a deshoras”, comenta Eduardo Franco. “La asistencia es voluntaria pero ahora contamos con un grupo de 13 personas que acuden a diario”.

A ellos “les gusta venir”, asegura Gil. Y es que “los humanos somos seres sociales a los que nos gusta relacionarnos”. Además, en el taller “han encontrado a personas en su misma situación y han visto que su problema no es único; han normalizado su situación”. Sin olvidar que “verbalizar la situación es importante”.

Los usuarios llevan a cabo en el Taller Prelaboral ‘Tierra de Campos’ actividades manipulativas y artesanales con la idea de que “tengan ocupadas las manos”, explica Marta del Barrio. “Es una forma de desestresarse y este tipo de trabajo lleva implícita la atención, coordinación visumanual y la motricidad fina, una capacidad que en muchos casos tienen desentrenada”.

También, los usuarios de este recurso aprenden a gestionar su dinero y a mejorar su tolerancia a la frustración a través de terapias como el taichí o el ‘mindfullness’. “Se rata de una atención integral que busca el desarrollo personal, la mejora de la autoestima, la resolución de problemas y habilidades sociales”, asevera Laura Gil.

Y aunque “no hay un beneficio inmediato –dice Franco- hemos comprobado que con el tiempo hay una mejora en la calidad de vida, tan evidente como que algunos usuarios ahora toman menos medicación”.

Cuando existe un gran malestar en la persona con enfermedad mental “es necesario que tome la mediación que su psiquiatra le ha recetado, pero tiene que tener emociones”, explica Laura Gil. Por ello, “no es buena la sobre medicación, ya que tiene efectos secundarios”, añade. Además, “las personas tienen que tener vida y actividad”, apunta María Luisa Cebrián.

Así pues, “la medicación es importante pero lo que más vale es la actitud de las personas y su esfuerzo; trasladar lo que han aprendido a su vida”, dice la psicóloga.

Normalmente los usuarios que llegan al Taller Prelaboral “llegan principalmente derivados de los Centros de Acción Social (CEAS) tras una primera demanda familiar y deben tener una discapacidad superior al 33 por ciento”, comenta Gonzalo Franco. Después, “hacemos un informe de idoneidad y valoramos si la asistencia es beneficiosa para la persona; lo presentamos en el ayuntamiento y si existe voluntariedad puede comenzar a trabajar con nosotros”.

Residencia

Asimismo, Valladolid cuenta desde el pasado mes de febrero con la primera residencia de salud mental de la provincia: ‘La Merced’. Un espacio que “es el último recurso cuando los talleres, centros de día o pisos tutelados no han sido útiles para el usuario”, explica su directora.

En muchos casos, “los usuarios que llegan a la residencia vienen de un piso tutelado, en donde la convivencia con sus compañeros es difícil o no son capaces de hacer sus cosas”, comenta la de Villabrágima. Es entonces, cuando “buscan un recurso de este tipo, que hasta ahora no existía en toda la provincia y que era muy necesario”.

Los usuarios de este espacio “deben tener una enfermedad mental con un 33 por ciento como mínimo de invalidez para que puedan acceder al centro y a partir de ahí comenzar a trabajar”, afirma María Luisa Cebrián.

En este momento, personas de entre 40 y 55 años viven en esta residencia de carácter privado que cuenta con 24 plazas. Si bien, “no vamos a establecer un límite de edad siempre que tengan más de 18 años”.

Este espacio, más que una residencia “es un gran domicilio, que dispone de su cocina, biblioteca, sala de televisión –son su sofá- sala de terapia y unas coloridas habitaciones, para que las personas que vivan aquí se sientan como en su casa”.

En la residencia ‘La Merced’ “lo más importante –dice Cebrián- es prepararse para la actividad diaria”. Cada mañana, y bajo la mirada de sus profesionales los inquilinos de este espacio “se levantan y hacen la cama, se asean ellos mismos, desayunan y toman la mediación”. Después, “junto a la terapeuta ocupacional hacen la compra o ayudan a preparar la comida, dentro de sus posibilidades”. También, “se acercan a sus recados al centro de la ciudad, eso sí, siempre acompañados”.

También, “en la sala de ordenadores o a la hora de ver la televisión pueden elegir qué película les apetece ver más o que tipo de música oír”. Y es que “es muy importante para ellos saber que se les tiene en cuenta”.

El objetivo es que “tengan una vida normalizada porque no queremos que sea un recurso para toda la vida”, apunta la directora de esta gran casa. “La idea es que una vez que haya mejorado su situación puedan salir, porque actualmente las personas que están con nosotros son jóvenes”.

El mayor problema a la hora de acceder a este recurso “es que el perfil de sus usuarios es el de personas con pocos recursos económicos que cuentan con una  pensión no contributiva”. Pero “animamos a aquellos que estén interesados a que contacten con nosotros, ya que los precios son más bajos que los que se establecieron al principio”