Agricultores y naturalistas coinciden en que la actividad ganadera y el lobo es compatible, pero con matices

Los lobos siempre han sido esos personajes malos malísimos de la imaginería popular en los cuentos infantiles desde hace siglos. En la vida real también se ve a este animal como una amenaza aunque la percepción cambia en función de la experiencia personal de cada uno y del conocimiento de la especie.

La consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León cifró en 1.882 los ataques de lobo en la región en 2016, lo que ha supuesto la pérdida de 3.355 cabezas de ganado. En Tierra de Campos y Montes Torozos también está presente este mamífero, si bien es cierto, que en menor medida que en otras áreas.

En la zona, el lobo desapareció casi en su totalidad a mediados del siglo XX pero resurgió con fuerza en la década de los 80. En este sentido, el naturalista vallisoletano y estudioso de esta especie desde 1982, Luis Mariano Barrientos, comenta que “no se debe olvidar que esta comarca se encuentra en el centro de las principales áreas lobunas existentes en el noroccidente zamorano y los Montes de León y que este animal puede recorrer 50 kilómetros en una noche, además la ausencia en aquellos tiempos de barreras físicas favorecieron su llegada”.

 “Tierra de Campos es una comarca en donde el lobo depende del hombre más que en ninguna otra para sobrevivir. Por una parte se requiere la disponibilidad de espacios seguros en donde pasar desapercibido o esconderse y además necesita recursos tróficos”, apunta el naturalista.

En los paisajes de la zona los lobos no disponen de abruptas montañas o bosques ni tampoco grandes presas silvestres que le permitan ingerir el kilo y medio de carne que aproximadamente necesita un ejemplar adulto para mantenerse en pie cada día. Con esas vicisitudes estos mamíferos tienen que adaptarse a convivir con el hombre  permaneciendo encamados durante el día en las zonas más tranquilas y provistas de vegetación para una vez llegada la noche, aprovechar los recursos alimenticios disponibles. El ganadero y criador de mastines Félix Berrocal apunta que “a los lobos se los suele ver cuando cae el sol, es habitual ver que los perros que cuidan de los rebaños se ponen en alerta en estos momentos y comienzan a olisquear al detectar la presencia de estos animales”.

En otros tiempos la carroña esparcida por el campo constituía el principal recurso alimenticio de la zona, “con porcentajes superiores al 70 por ciento», según Luis Mariano Barrientos. “Gracias a la abundancia de este recurso los lobos no necesitaban exponerse en estas zonas desprovistas de vegetación y tampoco tenían la necesidad de atacar la cabaña ganadera”. En este sentido, la veterinaria de la Cooperativa de Ganaderos de Valladolid,  Mari Ángeles Real, explica que “ha salido una orden a nivel ministerial para que se puedan volver a dejar reses muertas en el campo pero habrá que ver cómo se desarrolla ya que se deberá establecer una zona en los municipios para dejar los cadáveres; además, no se deberían poder dejar en el campo todo tipo de animales y habría que separar los que fallecieron por causa infecciosa y los que no”.

ATAQUES ESCASOS

En la zona “los ataques sobre la ganadería son escasos y se saldan al año generalmente con la muerte de menos de un centenar de ovejas y una decena de reses bravas, de manera que afecta al 0,1 por ciento del ganado ovino existente y supone un coste de 9.000 euros al año, siendo el coste de pérdidas por lobo de 160 euros al año, centrándose la mayoría sobre el ganado que duerme en el campo”, asevera Barrientos.

El tipo de manejo del ganado y la vigilancia que se disperse constituye el factor que más influye. ”En esta zona es difícil que el lobo ataque al ganado ya que duerme bajo techo y no al aire libre y los casos que conozco de ataques se deben a que algún pastor se  ha dejado a las reses sueltas en el campo por despiste”, explica el ganadero y agricultor de Villanueva del Campo Francisco Morero. “Las agresiones de estos animales se pueden evitar con medidas de protección adecuadas que cada profesional debe adoptar en su negocio”, afirma Luis Mariano Barrientos. Además, “un ganadero que tenga buenos mastines se evita muchos problemas ya que estos canes mantienen a raya a los lobos”, asegura Félix Berrocal. A pesar de ello, según Mari Ángeles Real “en algunos casos el lobo ataca a la cola del rebaño y el ganadero no se entera, incluso contando con mastines”. En este sentido, el ganadero de Valdenebro de los Valles José María Valencia, víctima de dos ataques de lobo en los últimos año, comenta que no sabe la forma en la que se separó su rebaño en junio de 2011. “El día que se produjo el ataque hubo una tormenta muy grande y como no llegamos a ver ningún lobo no sabemos si fue el animal el que alejó el ganado o la propia tempestad”.

Y es que “muchas veces –explica Barrientos- se imputan daños al lobo que ocasionan perros asilvestrados o domésticos, como se ha podido demostrar en zonas en las que no existen lobos”. Aún así, existen formas de detectar de qué animal provienen la mordedura, afirma Mari Ángeles Real. “El lobo ataca a la zona del cuello y además, ataca aunque no tenga hambre por puro instinto y deja animales muertos que muchas veces no se come”.  Además, “si hubiesen atacado perros se los hubiera vuelto a ver, y no suele se así”, apunta Valencia.

“Los ganaderos no están en contra del lobo pero ellos quieren que sean indemnizados por las pérdidas”, asevera Mari Ángeles Real, que añade que “los profesionales del sector demandan –puesto que la especie está protegida por Medio Ambiente- que tengan un seguro de responsabilidad civil y que se les indemnice si los lobos les causan algún tipo de daño; tal y como está ahora es al revés, el ganadero es el que tiene que tener un seguro”. Una prestación que los ganaderos de la zona no suelen tener contratada.  “Como en el término de Valdenebro no se dan demasiados ataques no tengo contratado este seguro, que es específico, ya que es caro y no me compensa”, apunta José María Valencia. En este sentido, el consejero de Fomento y Medio Ambiente de la Junta, Antonio Silván, defendió recientemente que el seguro por ataques de este cánido como una “opción válida” y recordó que la Junta indemniza además a los agricultores por daños causados a las cabezas de ganado.

Así, el colaborador de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) en Medina de Rioseco y comarca Raúl Herrero señala que “hay una falta de información total por parte de la administración; es bueno que se proteja a esta especie, se cuide y se estudie pero al ganadero y agricultor no se le deja participar en este sentido”. “El profesional no sabe sabemos si se les alimenta, controla o si se hacen muestreos para saber el número de animales que hay”.

Herrero aboga porque Medio Ambiente modifique la forma de actuar cuando un ganadero sufre daños por ataque de lobo. “Lo primero de todo es informar de forma adecuada; después, se debería compartir la indemnización entre la administración, seguros, un fondo a nivel de toda la ganadería de Castilla y León y por la Federación de caza o asociaciones por ser una especie que se puede cazar en algunos lugares y determinados momentos”. También, añade el colaborador de Asaja  que “el proceso debería ser ágil”.

Además, “las batidas de lobos se autorizan una vez que  los animales ya han causado daños y no antes, se debería permitir matar a un número determinado de machos”, apunta Herrero.

Por su parte, Luis Mariano Barrientos afirma que “la administración debe buscar soluciones que reduzcan la conflictividad con el hombre, indemnizando  al ganadero que sufra agresiones de lobo, pero siempre que éste adopte medidas preventivas destinadas a reducir los ataques”.

 

MORTALIDAD DEL LOBO

El lobo es una especie que presenta un patrón de mortalidad elevado, siendo mayoritariamente provocada de forma directa o indirecta por el hombre, según Luis Mariano Barrientos. “En Tierra de Campos he conocido desde 1974 la muerte de un mínimo de 421 lobos aunque el número real debe ser aún mayor. La mayoría, un 59 por ciento, fallecieron por disparos de armas, las capturas de cachorros afectaron al 15 por ciento de los que murieron y los atropellos en carreteras o autovías afectaron al 13 por ciento, mientras que el resto fueron envenenados, en lazos y cepos por mordeduras de perros u otras causas”.

“El furtivismo es el primer problema que condiciona la prosperidad de las poblaciones de estos mamíferos y afecta en esta zona al 72 por ciento de los lobos que mueren. Esta práctica se alimenta fundamentalmente del desinterés o la ineficacia que manifiestamente demuestra la administración en combatirlo. Así, de los 305 lobos que como mínimo han muerto en Tierra de Campos a manos de furtivos, tan sólo se han registrado tres denuncias, las tres en un mismo lance”, explica el naturalista. En este sentido, Félix Berrocal afirma que “en la zona hay personas que están matando lobos –que luego serán disecados- para venderlos en el mercado negro por unos 6.000 o 7.000 euros como trofeos, estas personas, conocedoras de nuestros montes, los cazan con lazos o cepos”.

CONSERVACIÓN

El lobo se consolida en la Tierra después de glaciaciones de hace 600.000 años, anterior a la presencia humana, “este motivo debería servir por sí solo para justificar la necesidad de conservar la especie”, comenta Luis Mariano Barrientos. “Se ha demostrado –añade el naturalista- que los espacios en los que la especie habita son los más conservados ecológicamente hablando ya que el lobo es una pieza clave en la biodiversidad de los ecosistemas funcionales y ejerce un importante control sobre otras especies mucho más perjudiciales para el hombre como son los ciervos, jabalíes, conejos y roedores”.

“La naturaleza se controla por sí sola y si el hombre no interviniese en el ecosistema no habría problemas de conservación de las especies ya que el ser humano es el principal exterminador”, asevera Morero.

TURISMO ECOLÓGICO

El naturalista vallisoletano defiende el lobo como un reclamo turístico con mucho atractivo. “Si debe de prevalecer el modelo económico hagamos entonces como hacen en otros muchos países en donde el turismo ecológico es un recurso económico de primer nivel. Concretamente en el Parque Natural de Yellowstone los turistas que acuden a observar a los lobos en libertad constituyen el principal recurso económico del mismo».

En la Sierra de la Culebra el turismo asociado al lobo deja ya 500.000 euros al año en las economías locales.