Ciudadanía de la zona sigue masivamente con la protección en el rostro a pesar de que ya no es obligatorio
Media mañana en la Calle Mayor de Medina de Rioseco. Los vecinos de la ciudad salen de sus casas y otros muchos de los pueblos de alrededor se han acercado a hacer sus comprar o a tomar el vermú en el primer día desde marzo del año pasado en el que es posible estar sin mascarilla en espacios abiertos.
Pero la protección sigue ocultando sus rostros. Se impone una prudencia mayor que la de los expertos que han asesorado al Gobierno a abrir la mano con la medida. Aproximadamente en una proporción de un 90 por ciento, las mascarillas siguen puesta. Y no solo en los jóvenes, los teóricamente más vulnerables al no haberles alcanzado el proceso de vacunación. También muchos mayores siguen con la tela sobre sus vías respiratorias.
La proporción de cautos ante el virus a pesar de la no obligatoriedad baja las zonas para realizar senderismo de los pueblos del entorno. Allí las cantidades se invierten y son más los que han decidido salir sin mascarilla a los quehaceres o paseos matutinos, confiados en una menor frecuencia de tránsito y, por tanto, en una mayor posibilidad de mantener la regla de oro: la distancia de seguridad de metro y medio.
Los que han optado por descubrir su rostro lo hacen también con prudencia. Y hoy la imagen es la de las mascarillas en las muñecas, en la barbilla o colgadas de la oreja, que también los hay. Muy a mano para entrar en las tiendas, bares o conversar con otras personas. En definitiva, la prudencia de los ciudadanos ha amanecido por encima de la del Gobierno.